Supongo que para mi, el Restaurante El 120, en Huércal de Almería tiene un significado especial. Algunos creen que se trata de un sitio por el que paso todos los dias y que no merece la pena levantar la mirada para encontrarte con sus vestigios, pero para mi es un recuerdo de mi abuelo Antonio. Este restaurante, antaño muy famoso entre camioneros y gente de paso, forma parte de la memoria viva de mi pueblo. Por aquel entonces, no había trabajador que no se parase a tomar un cafetito antes de comenzar la jornada laboral o a jugarse un dominó despues de la misma. Mi abuelo Antonio era uno de ellos.

Creo que esa especie de melancolía, unida al gran cariño que siento por Huércal y nuestra memoria, no quería que pasase el tiempo y quedarme sin un recuerdo del mismo. Aprobeché que aquel día era un dia muy muy lluvioso, con unas nubes que brindaban una luz tenue dificilmente captable sin subir el iso y sin trípode. La captura fué realizada mediante dos exposiciones, una para las luces y otra para las sombras.

Se trata de un lugar que fotografiaré mas adelante, quiero hacer alguna nocturna, pero ya vendrá la oportunidad.

Espero que os haya gustado, un abrazote y hasta la siguiente.....


Como muchos de vosotros sabeis, el sábado fué mi cumpleaños. Y como recompensa, mi mujer y mis cuñados me regalaron una salida fotográfica al paraje del Charcón del Buey para capturar los impresionantes colores rojizos y amarillos que este otoño especialmente seco nos brinda. Despues de comer y con muy poco espacio en la tarjeta de memoria, María, la prima de Lolhy, mi mujer, se prestó a petición mia para que le hiciese una sesión fotográfica.

Muy nerviosa, al comienzo de la sesión y frente a mi objetivo, le temblaba el pulso. Le temblaba hasta tal punto, que dos capturas de primer plano de sus manos me salieron trepidas. Poco a poco se fué soltando al ver que no era un juego de adolescentes con una cámara recien comprada.

Tengo que reconocer que al observar por lo alto las capturas en el ordenador, me han dejado muy buen sabor de boca. Se trata de una sesión con luz natural, muy...Natural!. El enfoque medianamente correcto, la luz justa, incluso diría que justamente escasa, los colores, los correspondientes maravillosos ocres y amarillos del otoño y sobre todo, sobre todo, UNA MODELO MAGNIFICA. Espero repetir en alguna otra ocasión.

Publicaré todo el book de la sesión mas adelante, ya que estoy ultimando una exposición sobre el otoño en Laroya. Pero aquí he querido enseñaos un adelanto de la sesión.

Un saludete y hasta muy pronto. A seguir fotografiandoooo!.



Esta fotografía está protagonizada por Esther y Javi. Resume un poco mi modo de verlos. Ambos siempre tienen una cierta tensión amorosa y sentimental, que se palpa en el ambiente cuando estás con ellos. Sabes que se quieren y te lo hacen sentir así Esther, cariñosa y dulce, no duda nunca en darse a él, sin pensarlo. La captura lo recoge muy bien, cierra los ojos y se lanza al vacio. Javi es un experto en mantener las distancias, siempre mantene en ella ese magnetismo que le hace volverse loca, es consciente de ello y lo aprovecha. Si duda un ying y un yang para la eternidad.

Esta es la manera de leer la escena de una fotografía, no todo son datos técnicos y mucho menos cuando utilizas el ruido a modo compositivo.

Quería dedicarles una entrada a estos dos elementos. Tengo que reconocer que siempre me apoyan en mis disparates y hoy, cuando les dije que me acompañaran a hacer las capturas de otoño, no se lo pensaron. A veces uno recibe mas de lo que da, por eso tengo que cuidarlos.

Supongo que últimamente tengo poco tiempo para dedicar a la fotografía y en estos momentos se me viene encima una semana muy muy complicada.

Quiero volver, despues de estas series y exposciones de fotografías a alternarlas con capturas unitarias. Requieren un menor tiempo, aunque no dejaré para nada el reportaje temático y las series de fotografías.

Últimamente me encuentro experimentando muchísimas cosas en fotografía, hasta encontrar un poco el camino que quiero seguir. Experimento sombras, luces y ahora me ha dado por el ruido. Me parece muuuuy interesante compositivamente. A veces no queremos que todo se encuente totalmente enfocado, tambien queremos que haya sentimiento, eliminando aristas y dejando entrever siluetas y momentos.

Espero que os haya gustado. Nos vemos en las siguientes.


La casa de mi tia Encarna está llena de todos esos cachivaches mágicos que evocan una historia mucho mas antigua, la que les tocó vivir a ellos en los años sesenta y setenta. Por aquel entonces no había casa que no dispusiese de una máquina de coser para sus remiendillos, cortes y confección.

Por aquel entonces el encaje, los bolillos y demás filigranas estaban ya en decadencia frente al poder de las nuevas máquinas industriales minimizadas por la industria para colocar una venta en cada hogar. Mi abuela María tenía una Singer muy bonita, la cual, muy estropeada y oxidada, mi tía se ha encargado de guardar celósamente. Ya sin uso es una pieza de coleccionismo melancólico que otra cosa.



Aquel día me aburría en su casa, saqué la cámara y con la poca luz que había en aquel rincón, decidí hacer algunas capturas aprovechando la profundidad de campo que me brinda el f2.8. Supongo que me atraen en demasía los contrastados amarillos de unas letras mas que reconocibles, e incluso diría que legendarias.



Espero que os hayan gustado las capturas, un saludete y hasta la próxima. Aprovechad estos dias para salir a fotografiar, las nubes son una maravilla y los atardeceres magníficos.


La verdad es que desde que murió mi abuelo hace ya algunos años, no había bajado a la parata de su trabajo. La semana pasada decidí bajar y me encontré con miles de detalles y recuerdos que quise fotografiar. Parecía como si Francisco fuese a volver a la mañana siguiente, aunque todo mas polvoriento, oxidado y apolillado. Todo aquello quedó intacto desde que murió, prácticamente virgen y a merced del tiempo que no perdona lo vivo, pero tampoco perdona lo inerte.



Tras los años de posguerra civil, mi abuelo consiguió con mucho esfuerzo comprarle a sus hermanos su parte en dos cachos de tierra en la vega del pueblo de Viator en Almería. Unos metros que les había dejado en herencia su difunto padre. Los años de hambruna y de falta de trabajo hicieron que mis tio-abuelos tubieran que salir hacia Cataluña donde había trabajo, así que decidieron desprenderse de los lazos que les ataban a nuestra tierra. De muy poco valor y con mucho esfuerzo fué levantando por si mismo un muro por "estratos" para delimitar la parcela y así poder guardar ganado en él. Empezó con una vaca para finalmente acabar por tener mas de una veintena de ellas.



Siempre suelo decir que el "trabajo" es una cultura dentro de mi familia Góngora. Jamás suelo recordar a mi abuelo Francisco y mucho menos hoy día a mi padre o mis tios, sin ninguna herramienta o utillaje entre las manos. No suelo recordarlos sentados y desde luego no descansando. Se trata de un defecto genético o una catarsis mental que nos inquieta las piernas aunque estamos sentados. Mi mujer decía el otro día que tengo el "síndrome de los pies inquietos" e hipondríaco de mí, me lo creí a pies juntillas. Será la herencia genética ...



La "parata", como nosotros la llamamos son los restos de una antigua vaquería, donde mi abuelo vivió toda su vida. Si en un tiempo pasado fué el origen de sus desvelos y alegrías, últimamente solía ser su rincón de retiro cuando se juviló y murió mi abuela. Actualmente está todo lleno de cachivaches oxidados, cuerdas rotas y utensilios que él utilizaba antaño. La impresión es desoladora y marciana cuando entras allí. Se ha convertido con el tiempo un lugar polvoriento, húmedo y desaliñado, aunque fotográficamente encantador para mí.






Siempre he recordado este lugar como un enjambre de aparatos lunáticos y de difícil conocimiento acerca de para que se usaban. Las cadenas y cachivaches cuelgan por todos los lugares, sueltas o en racimos parecen medallas por su dura trayectoria en el trabajo. Uno de esos premios olvidados de la academia de la vida. Me gusta su presencia con sus contrastes y la luminosidad de la pared, así como el óxido que desprenden.







La dificultad de exponer bien la luz, ya que en la parata la misma es muy tenue, así como los altos contrastes que me iba encontrando me hicieron forzar un poco el iso, con el correspondiente ruido que genera. Sin embargo, tengo que reconocer que esta vez he usado el ruido y los fuertes contrastes para conjugarlos en mi favor. Les aportan a las fotografías un toque texturizado que junto con un ambiente lumínico ideal impregnan esta colección fotográfica, para mí, por supuesto, de una personalidad propia.



En esta ocasión me he permitido de usar en toda la exposición el blanco y negro. Personalmente creo que para las fotografías, la ausencia de color es como la fuente de la juventud para las imágenes, unas imágenes que se impregnan de un aire de atemporalidad magnífico.



Conforme pasaba el tiempo allí metido, imaginando para que servirían cada uno de esos cachivaches me dí cuenta de una cosa y un escalofrío me recorrió por la espalda cuando mi tía me lo confirmó. Prácticamente la mayoría de las cosas que estaban presentes, se encontraban tal cual el las dejó, a la intemperie y merced de los elementos y algún que otro ladronzuelo o animalillo.





Allí podía ver aun las polvorientas ropas que colgaba tras lavarse, las llaves de lugares olvidados, una linterna sin pilas, un abrelatas, una botella verde de agua y miles de resquicios de una vida pasada que ahora sólo podemos sospechar que existe porque nos lo enseñan los "callejeros por el mundo", pero que nos olvidamos que no hace mucho tiempo, estábamos nosotros así.



La parcela tenía en uno de sus lados un pozo de donde se abastecía la casa de agua. Antiguamente regentado por una garrucha que no pude encontrar para fotografiar. Su estado es hoy realmente lamentable.



También podemos encontrar los restos de un motor de succión que en los últimos tiempos, antes de los estragos que hicieron con el sector las cuotas lácteas europeas, se utilizaba para el ordeño automático. Hoy día está totalmente en un estado dantesco. Os dejo unas capturas que le realicé.







Mi abuelo siempre tuvo todo el techo de la explanada de la parata con un entramado de alambres repleto de parras. Unas parras que daban unos racimos de uvas magníficos y mantenían los habitantes que vivian abajo con una temperatura muy alejada del sofocante calor del verano. Hoy día, sólo quedan cuatro alambres colganderos que aun los mercaderes de la chatarra no han hecho buena cuenta de ellos.





Yo había estado jugando allí y la verdad es que para mi, todas estas fotografías tienen un tono melancólico que a mi especialmente me enamora. Todas las g





Es impresionante para mí como hoy revelando las fotografías y escuchando a "Daughtry" se me escapó una lágrima. Supongo que el sufrimiento de aquella vida no fué en vano... Estoy deseando acabar esta serie de fotografías y enfundarme de nuevo el traje de simple y vanal, sólo hasta que la cámara me devuelva los sentimientos.

Desde luego esta exposición se la dedico a mis cuatro abuelos fallecidos, a mi padre y a mis tíos, que trabajaban desde los dos años y medio. Tuvieron una vida muy muy dura. Eran trabajadores natos y nos ayudaron a que hoy nos encontrásemos una vida mas cómoda, a pesar de las crisis y que muchos no valoran.

Sin embargo, no quería terminar esta exposición sin conseguir vencer la desolación sin poner una pizca de esperanza en el lugar. La vida se abre paso en cualquier lugar y esta captura da fe de ello.



Espero que os haya gustado, que hayais podido reflexionar y sobre todo disfrutar con el valor de una imagen....